Hola amigos, quiero pediros perdón por todos estos meses que he tenido el blog abandonado, unos días por pereza, otros por falta de tiempo. A partir de ahora iré incluyendo fotos y comentarios de todas las salidas hasta ponerlo al día y recordad que también necesito vuestra participación con los comentarios y experiencias que queráis compartir. Gracias Lorenzo, tus aportaciones hacen que se vea el espíritu del blog, no es para exponer itinerarios sino vivencias.
Tener el blog casi sin actividad en los últimos cuatro meses no quiere decir que nos hayamos pasado el tiempo tumbados en el sillón, mas bien no hemos parado de caminar y como de costumbre nuestros pasos siempre se encontraban en la senda. Es demasiado fuerte la llamada de nuestros picos para hacer oídos sordos y quedarse en casa durmiendo. He dicho pasos y no huellas porque gran parte de mi esfuerzo cuando camino y disfruto de la montaña es pasar por los lugares sin dejar huella, tan solo una imagen para el recuerdo en mi memoria o una foto capturada con mi cámara para colgarla en el blog.
Bueno como os contaba que aunque dejamos aparcadas las salidas durante el verano por el calor, no he parado de caminar, yo concretamente he recorrido unas cuantas etapas de la GR-11, que el año pasado la dejamos en Gingueta d’ Aneu, desde donde la retomamos este año y finalizando en Encamp. No voy a dar detalles del recorrido porque hay muchas páginas que hablan de ellos y seguramente de forma más técnica que yo, solo significar que en el tramo pateado este año lo que mas me gusto fue la parte de la Vall de Ferrera y El Circo de Baiau. La parte de Andorra en lo que a GR-11 se refiere no me ha gustado mucho, no sé si es porque estaba todo demasiado seco y eso que nosotros hicimos el recorrido en Junio, además de que algunas sendas que mas que sendas parecía que habían lanzado una lienza en línea recta hacia abajo y ya está, y otras de pizarra y mas pizarra, vamos un rompe piernas, también me lleve un poco de sorpresa al llegar al valle de Ordino, después de caminar casi tres horas por pista forestal al llegar arriba me veo a todos con sus mantas de picnic y tumbados en la hierba, y yo que andaba diciendo que lo que me gustaba del pirineo es que quien quiere ver un bonito paisaje primero tiene que sudar bien sudada la camiseta pues nada, allí estaban todos con sus coches y la radio a todo volumen, había una carretera que te llevaba al mismo sitio que a mí y sin sudar, pero bien, disfrute del paisaje como el que mas y fue divertido como siempre que camino.
En abril hicimos dos etapas del Camino de Santiago, pues el tiempo del que disponíamos no nos daba para más y también tuvimos la gran suerte de disfrutar de la que posiblemente seria la ultima nevada del pasado invierno fue en la semana de Pascua, hicimos dos etapas, Roncesvalles-Zubiri, y Zubiri-Pamplona. Y en septiembre cuatro etapas mas desde Pamplona hasta Logroño.




Reemprendimos la ruta por la ribera alta del barranco, junto con el ulular del viento se escuchaba el quebradizo de las aguas, otra casa en ruinas llego a nuestro encuentro, la abordamos por su parte delantera y comenzamos a escalonar una senda ceñida repleta de matorral y algún pino, el fuerte aroma de las distintas plantas hacia que el oxigeno embelesara la oquedad de nuestros pulmones. Comenzamos a llegar a lo alto, hasta el pico de una roca grisácea donde pude ver un cacho del pantano de Beniarres, descansamos y volvimos a realizar posturas de modelo pasarela hortera para fotos. Tranquilamente comenzamos a caminar, poco a poco se engrandecía la visión del pantano; al frente de nosotros parecía aguardarlos inquieto el pico del Montcabre, envidioso del Benicadell, vislumbrado con anterioridad al nuestro frente, seguimos por un trayecto muy pedregoso sobre “les llomes del cantalar”, tanto que el perro de Gaspar tuvo que ser portado en brazos. Bordeamos una propiedad vallada, parecía recién hecha, subimos un poco más hasta llegar a un camino rural, seguramente accedía a la otra casa mas arriba, ésta tenia instalado un gran generador de hélices inquietas que no cesaron de ondear, la vista parecía perderse en el infinito, yo intentaba descubrir tonos y matices variados de aquel inmenso azul, que iban desde la transparencia delicadamente verdosa, hasta la espesura de la lejanía, a nuestra espalda quedaba la Penya de L´Espill con el barranc de la encanta a la derecha de la Safor, al frente el monte del Benicadell con su majestuoso pico y observando toda la hoya de Alcoy permanecía el Moncabre sobre el pantano manso, jamás lo atisbe tan lleno de agua. Seguimos caminando mientras la fila se alargaba, sabíamos que solo quedaba buscar la carretera de asfalto y regresar al pueblo donde partimos hacia casi dos horas. A través de un campo llegamos por fin a la carretera, pregunté a Manolo la hora: doce y treinta y siete —me contestó.


