viernes, 15 de mayo de 2009

Ascensión al Montcabrer - Serra Mariola

Cuando se desgranaban los primeros días de mayo, llegamos los convenidos al lugar de partida, hora prevista: siete de la mañana, Manolo sin apenas vanagloriarse deambulaba por el entorno que al poco resultó completo; recibimos la atractiva compañía de dos añadidas mujeres de similitud oficio.
Para no excederme en puntualizaciones innecesarias iré directo al concreto; la verdad he leído bastante sobre la ruta, sin obviar que un día sería yo el amanuense de la Sierra de Mariola, ubicada entre los términos de Cocentaina, Bocairent y Alcoi. Lo que sigue, es la llegada a la plaza de la iglesia de Agres, municipio enclavado en el Parque Natural, donde la abigarrada pintura de un yugo en la fachada del templo de San Miguel, me recordó el antiguo régimen dictatorial de nuestro estado, donde existía libertad de prensa, ya que cada uno adquiría la prensa a hora convenida.
Después de excelentes cafés, llegamos a la falda del Santuario de Nuestra Señora del Castillo, ubicado en una colina junto al pueblo, construido sobre una planta cuadrada con torres en las esquinas, donde el sonido del fluir del agua relevo al de los motores, ya dispuestos comenzamos la ascensión por la ruta prevista, amparados por un velo de sombra entre pinares. Se compuso la fila eligiendo cada cual culo a seguir, admirando alguno el vaivén de nalgas, yo elegí la solemne soledad encantadora de aquella majestuosa senda serpenteante y empinada a trazos acomodados y bien dispuestos al caminante.


Sin pausa ni tregua caminamos ataviados, durante el trayecto por el paraje pudimos contemplar la riqueza de la flora y la fauna —alguna mariposa perdida junto al zumbido de las abejas, llegamos hasta lo alto, donde tras cruzar la pista forestal aguardaba una mesa bordeada de bancos de madera gruesa, repleta de distintos manjares a degustar, cada uno deposito lo dispuesto acudiendo a la cata todos los presentes, la bota con tinto de Marí, brincaba de mano en mano, aliviando el paso por las fauces del chorizo y el queso resentido de Mora, alguno observaba el majestuoso Vall d´Albaida, junto con el de Agres, otros lo hacían incesadamente al perro de Gaspar: Pluto pimpante, atendía sigilosamente el sexo de la perra de Mora —me refiero al animal de lomo alto—, no parecía ser inconveniente para la fogosidad el pequeño Pluto, incesante en mostrar su punta dispuesta al cobijo vaginal.

Apaciguados los estómagos continuamos, pronto avistamos a nuestra derecha una de las cavas construida en el siglo XVIII, ésta edificación tiene gran valor por su topología y posibilidades de conservación, ya que es un emblema en la excursión, continuamos por la senda elegida, parte izquierda según el sentido de nuestra marcha, llegamos a lo alto de la loma y sin más llego la visión del imponente pico del Montcabrer, figura que permanecía enhiesta observando toda la olla Alcoiana, con el moje manso del pantano de Beniarres al fondo, cubriendo la espalda traviesa de la Safor, Cabanilles incesante como perfecto paparachi de moda, alegraba la visión con poses de fotógrafo de pasarela de boda. Intentando resaltar aquellos lucidos momentos de soflama.

Llegamos a una fuente en la parte baja del pico, decidimos reagruparnos y aliviar las cantimploras del agua, que fluía mansamente de un tubo de goma negra. Alguno realizó virutas de humo al quite, sin tos ni son. Otros expusieron conclusiones sobre la majestuosa panorámica paseando la mirada, yo incesantemente me impregnaba de otrora reminiscencia sobre las excursiones con mi compañero Toni, cuando, algo más jóvenes acudíamos por aquellas tierras montados en nuestras bicicletas de montaña. Hasta pude ver a lo lejos la mota blanca de la Font Roja, donde en varias ocasiones acudimos junto a la ribera del Serpis circulando por la vía férrea desmantelada desde Gandia. Aquello me forjo un alto concepto de los propios orígenes. Me sentí con fuerza y dignidad.

Reanudamos la marca lánguidos, nuestros cuerpos presagiaban el final de la subida, el saludo de unos montañeros fue la culminación del pico de 1390 metros sobre el nivel del mar, tomas de reposes resaltaron en la digital de Cabanilles, para postergar la ascensión y aliviar el desaliento.
De regreso fuimos deslizándonos por la espalda del Montcabrer, tal instrucciones del serpa Marí, que nos llevo por una senda angosta donde los matorrales se encargaban de acariciar las piernas, al paso por el corazón del Parque Natural, encontramos la planicie, dejamos una casa bien acondicionada y continuamos subiendo de nuevo hasta la cava; construida aprovechando las oquedades del terreno, la misma que observamos al principio; al encontraron con ella admiramos toda su planta hexagonal de mampostería regular, trabada con mortero y sillería. En la parte interior observamos un muro de contención con trazado poligonal que se alzaba a la altura del deposito, ofreciéndonos una plataforma —no política—, empedrada y rehogada de hiedra, tras otro breve descaso, aunque más intenso por el calor, nos entretuvimos refregando los cuerpos ausentes de crema (solar), de nuevo partimos en busca de la senda de regreso en la parte alta. Donde a lo lejos nos despedimos del Montcabrer y del sol varado.
Pronto atajamos la senda, esta vez cada uno lo hizo a su aire, yo con apenas reposo, retorne otra vez con la soledad y mis recuerdos. Aunque aquella zona cuenta con infinidad de rutas, quiero matizar que Agres es la más oportuna, si a alguien le apetece acercarse que tenga en cuenta que este maravilloso pueblo pertenece a la comarca del Comtat, situado al norte de la sierra Mariola, y de la provincia de Alicante, limitando con la de Valencia.
Creo recordar que sobre las dos de la tarde regresamos al santuario.
Tras un breve refresco el las aguas que manaban sobre una pila de piedra de dos balsas, marchamos en busca del restaurante concertado, donde derrochamos tal cual mereció la excursión.
Llorens Bustos Fernández
Gandia, siete de mayo de 2009

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