sábado, 31 de enero de 2009

BARRANC DE L'ENCANTA

Barranc de la encanta, 25 de enero de 2009

Ésta crónica es consecuencia del compromiso dado a mi amigo Toni, cierto día me indico de su nueva página en Internet, para que le escribiese algo relacionado con las distintas rutas de senderismo que realizamos con nuestros compañeros de trabajo.
Para no extenderme, comenzare indicando que el día amaneció idénticamente a los anteriores; climatología con más trampas que un proceso de canonización del Vaticano, intenso con fuertes ráfagas de viento que me hizo dudar, tanto que decidí mandar un escueto mensaje con pregunta simple a otro de los componentes de ruta: Manolo, al pronto me respondió con un “si”. Comencé a componer la mochila.
Partimos desde Gandia pasados algunos minutos de las ocho, no quiero citar rollos de horas ni distancias, tan solo lo fundamental y lo importante, llegamos a Beniarres y después de un par de maniobras sin sentido alguno —puro despiste—, encontramos un cartel indicativo a Planes , nuestro lugar de destino, pronto cruzamos toda la presa del pantano sobre el río Serpis (inaugurada en 1971), y tras unos quilómetros llegamos al destino, un precioso pueblo enclavado en lo alto de una gran peña (no de fútbol), aquel municipio se encuentra situado en el norte de la provincia de Alicante, en la comarca del condado de Cocentaina, en el valle que forman las sierras de la Almudaina, Xarpolar, Cantacuc y la Albureca. Sus principales colectores hídricos de la población son el barranco de Sofre y el de L´encanta, ambos desembocaban en el río Serpis, ahora sus meandros lo hacen placidamente en el pantano.
Estacionamos ambos vehículos, el total de excursionistas: siete, además con el precioso perro de Gaspar, en la misma plaza y arropado por un escueto jardín atisbamos un cartel donde se podían apreciar las distintas rutas de la zona, todas ellas muy bien diseñadas de colores resaltones. Una voz del grupo emergió de inmediato, solicitaba a una de las vecinas hiciese una foto, yo llegue a pensar ciertamente que aquella persona nos podría indicar simplemente de donde acometer la ruta.
Desde aquel pueblo buscamos la carretera con dirección a Pego, caminamos en fila india, yo busque cobijo detrás de Mora, que lo hacia sumamente erguido, como si tuviera que ofrecer a cada paso el máximo de sí mismo, me brindaba seguridad por su gran altura, luego se me acerco Mari, otro caminante que me deleito con sus hazañas de adolescente pubertad en aquella misma zona, llegamos a la entrada debidamente indicada, un panel señalaba la dirección a seguir a nuestra izquierda, caminamos relajados dejamos atrás el asfalto, que evidentemente no es grato para ningún andarín, pronto observamos a nuestra derecha el paso estremecido de las aguas buscando atravesar los angostos trancos entre barrizales, otra voz, desde un carraspeo agonizante indico que los que llevábamos cámara de fotos aguardásemos para hacer algunas desde lo alto de la cascada del Gord del Salt, donde el ruido del la famosa catarata anunciaba aquel lugar tan precioso, Cabanilles y yo buscamos con seguridad una senda y llegamos al final de las puntiagudas rocas, donde la vista era tan simple como majestuosa, abajo los demás aguardaban, posando y admirando el entorno, donde aún permanecía preso de la umbría.
Como norma, todos juntos descansamos unos minutos observando aquella esplendorosa laguna —hace años estuve acampado—, recuerdo fue la época de la recolecta de la cereza, hay que tener en cuenta que aquella zona tiene concedida la denominación de origen por la calidad de sus frutos. Continuamos adentrándonos hacia la parte por donde circulaba el agua mansa, una vieja construcción totalmente derruida hizo que otro de los caminantes, Vicente el de Xeraco diese la voz de alarma y sugerir un breve descanso y almorzar. Nadie ofreció animadversión alguna, descargamos las mochilas y tranquilamente las saqueamos. Manolo me preguntó que podría ser aquella construcción sin techo, a lo que yo tan simple como soy, respondí que posiblemente seria de un molino, —creí leerlo en algún panfleto—, cosa que él dudo, al indicar que la rueda no podría tener menos de quince metros de diámetro, ¡imposible!
Reemprendimos la ruta por la ribera alta del barranco, junto con el ulular del viento se escuchaba el quebradizo de las aguas, otra casa en ruinas llego a nuestro encuentro, la abordamos por su parte delantera y comenzamos a escalonar una senda ceñida repleta de matorral y algún pino, el fuerte aroma de las distintas plantas hacia que el oxigeno embelesara la oquedad de nuestros pulmones. Comenzamos a llegar a lo alto, hasta el pico de una roca grisácea donde pude ver un cacho del pantano de Beniarres, descansamos y volvimos a realizar posturas de modelo pasarela hortera para fotos. Tranquilamente comenzamos a caminar, poco a poco se engrandecía la visión del pantano; al frente de nosotros parecía aguardarlos inquieto el pico del Montcabre, envidioso del Benicadell, vislumbrado con anterioridad al nuestro frente, seguimos por un trayecto muy pedregoso sobre “les llomes del cantalar”, tanto que el perro de Gaspar tuvo que ser portado en brazos. Bordeamos una propiedad vallada, parecía recién hecha, subimos un poco más hasta llegar a un camino rural, seguramente accedía a la otra casa mas arriba, ésta tenia instalado un gran generador de hélices inquietas que no cesaron de ondear, la vista parecía perderse en el infinito, yo intentaba descubrir tonos y matices variados de aquel inmenso azul, que iban desde la transparencia delicadamente verdosa, hasta la espesura de la lejanía, a nuestra espalda quedaba la Penya de L´Espill con el barranc de la encanta a la derecha de la Safor, al frente el monte del Benicadell con su majestuoso pico y observando toda la hoya de Alcoy permanecía el Moncabre sobre el pantano manso, jamás lo atisbe tan lleno de agua. Seguimos caminando mientras la fila se alargaba, sabíamos que solo quedaba buscar la carretera de asfalto y regresar al pueblo donde partimos hacia casi dos horas. A través de un campo llegamos por fin a la carretera, pregunté a Manolo la hora: doce y treinta y siete —me contestó.
Emprendimos el regreso, yo quise relajarme un poco y llegue el último en divisar el castillo de Planes, construido sobre aquel cerro que domina la población, en el que pude apreciar subiendo por sus calles dos fases de construcción, una de origen musulmán y otra de estructura feudal, seguramente posterior a la Reconquista.
Si queréis hacer la ruta es conveniente ir directamente al barranc de la encanta; podéis hacerlo desde Alcoy, o desde Pego, ya que se encuentra a 15 kilómetros de Concentaina y a 75 de Alicante, la entrada se encuentra cerca del pequeño pueblo Margarida, dejad el vehículo estacionado en cualquier margen de la entrada pegado a la montaña, existe espacio suficiente, y además queda a la vista de los que circulan por la carretera, cosa que evitara que podáis sufrir algún escamoteo, la ruta esta señalizada con unos postes de madera de casi un metro de altura, cuando lleguéis a lo alto y encontréis la casa con el gran generador, un breve descanso y regresar paseando por el mismo lugar, se puede apreciar de nuevo, aunque esta vez sea con la vista inversa. Vale la pena.
Evitar el asfalto, nosotros caminamos casi seis quilómetros de regreso a Planes, y otra cosa, para comer, nada mejor que un buen bocata, y para los dispuestos a mesa con mantel, en el pueblo hay dos bares, nosotros lo hicimos en el que hay frente a la gasolinera, bien atendidos aunque a precio de restaurante de primera línea de playa, ¡ojo!
Llorens Bustos Fernández
Gandía, 28 de enero de 2009

1 comentario:

Enrique Sánchez Valcárcel dijo...

Hola, me llamo Enrique y me gustaría realizar una ruta a pie desde Beniarres hasta el barranc de l´encata. Decirme si es posible o no es factible realizar esa ruta. Y si sabeís si hay algún mapa que me pueda servir. Gracias.